jueves, 6 de marzo de 2014

Un pasaporte a la diferencia.

Esto es como todo, lo que nunca se puede evitar y se vuelve a lo de siempre, a la pescadilla que se muerde la cola, esa que nunca acaba por más que la intentes separar.

Se tercia un camino a la nada, un infinito sin un más allá, un lleno pero vacío. Las cosas no cambian así como así, porque a pesar de haber días malos, ahí está su sonrisa para contrarrestar esos días flojos y apáticos que nadie quiere, y eso no hay quién lo cambie.

Más lejos o más cerca, pero la duda y la inseguridad siempre están ahí. No se mueven, le siguen como si estuviesen encadenadas a su cuerpo, a su mente. No sabe que hacer ante ellas, no comprende como actuar, nada le funciona y siempre acaba perdiendo su fuerza en el camino, intentando huir de dios sabe qué.

Más allá de todas las tonterías del momento en el que vivimos, de las preocupaciones sin importancia por las cuales montamos universos paralelos, cuando realmente para lelos estamos nosotros mismos, que nos encargamos de complicarnos todo llevando detalles tontos a niveles extremos. En ese momento, recuerdo algo que se quedó marcado muy a fuego desde entonces:

"En las pequeñas cosas, se encuentra la diferencia y esta, hará que seas alguien especial, o simplemente uno más. Un pequeño matiz, puede hacer grandes cosas, grandes diferencias, no lo olvides. Tienes mucho potencial para ello, no lo desperdicies, ese siempre será tu pasaporte a la diferencia".

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