miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Quién eres tu para juzgar?


Maldita preciosa locura que me pone de cero a cien en solo un instante, dulce imponedora de retos. Ella decide que debo hacer o al menos que debo intentar. No me deja acercarme a las penas ni a los miedos, ni a las barras ni a los barrotes, solo a traidores de inocencias,  maquiavelistas sentidos de la inspiración.

Hoy estoy distante, lejos del infierno y del cielo, estoy en ese momento de incertidumbre, el de equilibrio mental en situaciones acrobáticas.  Fíate de lo que ves de mi, irás en el camino correcto, concretamente a la nada, bien lejos de hecho. No me hace falta nada ni nadie para abrir los ojos, solo los golpes de un látigo, nos volverá aun más sumisos. Agacha la cabeza y baja las orejas, vete por donde viniste, no te quiero.

Entre perros y gatos entre abrazos y besos, solo o conmigo mismo, ciño mis lineas a mis pensamientos cuando el hambre me corroe por ser victima de ritmos constantes. Gran desastre el que se augura en las playas de infarto, llegan colecciones de ideas, sentimientos que se cortan con las balas a diario  Y ahí sigues tu, haciendo que tu hedor te invada y cantes de lejos, todos somos nuestras propias victimas, procedentes de un desastre interno. Es algo cotidiano y normal ser ciego y buscar siempre algo a cambio, nunca llegaremos a nada si no somos capaces de sufrir nuestro propio látigo.