lunes, 28 de septiembre de 2020

Cuello de botella...

Se preocupó por caminar siempre sola, llegando a dudar de si el camino recorrido fue el correcto. Poco a poco veía como en medio de la arena, las huellas marcaban otras direcciones, aunque si es cierto que unas estaban más profundas que otras.

Cuando el sol caía, las dudas se le despejaban ya que en ese momento, caminaba, recta, sin ver más allá de la nada, por lo que sabía sin dudar que ese era su camino, y cual era el destino a llegar al día siguiente. Pero al amanecer, el infierno se personificaba de nuevo a su lado, a modo de pequeños pecados y tentaciones ante las que luchar.

Descalza, caminó entre ramas, cuyos pinchos llegaban hasta el alma, entre piedras con aristas como cuchillos, y entre plumas que le ahogaban. Se paró, miró a su alrededor, no entendió, y continuo hacia el frente.

Siempre fue honrada, aunque a veces no tanto. Manchada de la sangre que perdió por el camino, creció, jugó y perdió. Recuperó y lo volvió a intentar, nunca llegó, nunca alcanzó a ver el confín del mundo. Las sirenas le cantaron, y a veces a la deriva las escuchó mientras ahogaba sus gallos en una botella. Se sintió como una pirata surcando caminos, aunque antes o después siempre se paró a pensar en lo mismo.

Fue tal su esfuerzo, que terminó por escuchar como el mundo se acabó. Cuando el tiempo paso y volvió a mirar, se encontró con el camino sin el hielo resbaladizo que le impedía tomar las decisiones adecuadas, habiendo logrado, al fin, disfrutar de los tropiezos dados durante todo ese maldito y gustoso tiempo.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Una segunda oportunidad...

 

Aunque te he vuelto a encontrar, mucho ha pasado desde la última vez que me tocó sufrirte, y la espera, creo que ha merecido la pena. Te sorprenderá que te confiese que por un momento hasta me olvidé de ti, logré sacarte de mi cabeza, de mi corazón y hasta de mis poros.

Porque tu aroma, ya sólo lo recuerdo como una leve brisa en medio del desierto, al igual que la sensación de encontrar un oasis en los momentos de sed, en los que debido a la presión estás a punto de decaer. Te paras y piensas si es verdad, si eres tú, o si simplemente estás viviendo una pequeña ilusión para que tu cabeza no sufra, no más.

Ha pasado una eternidad de momentos desde la última vez que vi en tus ojos esa sonrisa que me llevó a lo más alto, y aunque estamos de nuevo cerca, seguirá siendo lejos, puesto que aun queda camino por recorrer hasta reencontrarnos.

Seguirá dándome taquicardia, recordar esas tardes de invierno, de primavera y de otoño, donde la lujuria de cada momento nos rodeaba con sus brazos, logrando que todo se paralizase y por un pequeño rato, lo demás no existiese.

Puedo decir que, si algún día nos reencontramos, no sabré si estaré a la altura, pero prometo intentar conseguirlo, aunque mis fuerzas vayan en ello, hasta no poder más. Aunque nunca será lo mismo, eres lo que más se parece a la perfección.