lunes, 13 de julio de 2015

Cuentos de universidad (4/4)

Todo acaba, antes o después, y es de necios no saber reconocer cuando llega ese momento. Pudo ser la no vuelta a Salamanca, pero el clima lo estropeó, le quitó el maquillaje a la idea y acabó siendo solo eso, un pudo y no fue.

Llena de reencuentros y de despedidas, de conocer a gente nueva, de conocer rincones desconocidos, de vivir en las mismas calles pero de formas diferentes. De buenos momentos y situaciones graciosas, se quedaron muchas cosas por hacer, pero se intentó vivir cada noche como si fuese la última.

Fuera, por lo que fuese, fue un año duro en el tema académico, pero ahí está, culminado con un broche que sabe a oro. Dar el discurso en la graduación fue un momento que no se muy bien explicar, esperaba ese instante lleno de nervios, pero fue subir al atril, y transmitir lo que el día antes había decidido escribir. Allí estuve tan comodo que dio la sensación de no ser la primera vez.

Hubo un gran grupo, la delegación. Implicarse en marrones, acaba sabiendo bien, al menos Asturias, lo dejó así de claro. También hablar del extremeño, de la andaluza y la pequeña chica de Aragón, ellos ocuparon mis horas y mis conversaciones, aunque en todo marrón, siempre hay una mancha, por la que vuelvo a pedir disculpas.

La experiencia iba terminando, y la tristeza iba aumentando, pero no porque acabase esa etapa, si no por miedo a olvidar cualquiera de las noches que el acohol no había terminado de borrar.
El beerpong fue el descubrimiento del año, casí pude estar a la altura de los grandes, pero me faltó tiempo... llegue a finales (perdidas por cierto), gané camisetas, gané botellas de alcohol, gané copas gratis, pero sobre todo gané buenas noches, gané grandes compañías, grandes coberturas, y mejores momentos.

Salamanca nunca me acabó de gustar, a pesar de estar muy cómodo en ella. Me ha dado muchisimo, eso lo he de reconocer, amigos, experiencia, oportunidades, palos, decepciones, tristezas y lloros.

Pero si algo he aprendido de esta pequeña experiencia, ha sido aprender a crecer, a valorar más las cosas, y aprender a vivir. A vivir como si no hubiese mañana porque el tiempo pasa, corre y no vuelve.

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