miércoles, 17 de junio de 2015

Cuentos de universidad (1/4)

Llega el fin de una etapa, como si fuera llegar al cielo con la cuesta de enero, y es que si pudiera volver a empezar de nuevo, no dudaré ni un momento. Fue una locura, pero una de esas locuras necesarias, aunque nada acabase como se inició, fue y fluyó, nos separó pero me unió y me hizo crecer, ya no solo como persona si no proyecto de algo.Y te doy mil gracias, lo sabes, pase lo que pase nunca te olvidaré porque hiciste por mi mucho más de lo que piensas.

No fue tan duro como contaron, ni tan difícil como se esperaba, no fue un paseo, pero casi. El primer cara a cara, y una lección que espero dure toda la vida, porque los detalles permanecen para siempre, los detalles hacen el camino y la diferencia, y en ese año todo fue diferente, inesperado.

Me gustaron cosas que antes odiaba, me abrió puertas que antes sólo estaban medio abiertas, desbocó el lado salvaje, el lado estudioso, las lagrimas y los roces. Las miradas y las sonrisas recorrían las esquinas, el sentido común desapareció durante un tiempo, a pesar de los toques de atención que me llevaba.

Y es que no es fácil, mirar atrás y recordar la cantidad de experiencias que viví, de sitios que vi, cosas que aprendí, personas que ayudé o personas que me ayudaron a mi. Fueron muchas, lo prometo, demasiadas, anecdóticas, graciosas, penosas, pero todas ellas forman ya parte de mi vida, de mi historia, y de mis textos.

Debo mucho también a varios personajes, los cuales me integraron aquí, hicieron que el día a día mereciese la pena, las pachangas donde cristo perdió el mechero, las noches de Vagalume, las manos en el pecho, y los litros en las escaleras del Tbo. Las compañías, los botellones, las fechorías y las pequeñas confesiones.

Todo acabó pronto, pero mereció la pena, Salamanca no defraudó, la experiencia tampoco, y si tuviese que quedarme con algo de ese primer año, me atrevería a escoger la primera noche en la cual, le pusimos la guinda.


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