lunes, 23 de marzo de 2015

Historia de nunca acabar...

Eran cosas muy distintas, pero la noche y su oscuridad, nublaba las diferencias. Acercaban los suaves besos, los fallos del tiempo, las caricias en el pelo, hacían cosas sin pensar y eso les hacía vivir, vivir sin pensar.

Y aunque pudiese parecer que no, fue un sí. Difícil conseguir semejante alegría, pero sentir la diferencia que le aportaba abrazándola con los dedos, soplando su pelo al vaivén del minutero, haciendo movimientos fríos que sólo ella consigue transformar en miradas cálidas, eso no se tiene todos los días.

Siente, como el cuerpo aguanta la tentación, tentación de besar el aire, de beberse sus suspiros, de comerse el mundo. Intenta lograr cambiar lo que no quiere que cambie, lo que no quiere que pase, está en su mano y no controlarlo mata lentamente.

No quiere que esa canción lenta, suene a despedida pero brindemos por haber salido ilesos de esa tórrida situación. El cambio ha de llegar, ha de ser claro y conciso, el tiempo corre, tu imaginación vuela y las personas andan en todas las direcciones, buscando salir de sus situaciones, pero por suerte aun no es nuestra hora.

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